Al inicio del siglo veintiuno, el Diagnóstico sobre la Realidad Social, Económica y Cultural de los Entornos Locales para el Diseño de Intervenciones en Materia de Prevención y Erradicación de la Violencia, urgió incidir para mejorar la economía de la mayoría, reconstruir el tejido social y promover la cultura desde las políticas públicas.
El estudio se realizó en una muestra de seis ciudades del país para definir los factores de riesgo y detonadores de la violencia social y de género.
Como si no se conocieran…
Se investigaron también conductas o estrategias para manejar los conflictos familiares, escolares, comunitarios o sociales para contener tal violencia. No sabrán que la ira es universal, que es una emoción que se apodera del humano cuando siente frustradas consistentemente sus expectativas, cuando experimenta la injusticia una y otra, y otra vez, cuando siente impotencia ante repetidos abusos, cuando ha sido carente de amor y del bien.
Un refrán haitiano dice: los animales en mala forma, morderán.
Aquella sociedad que excluye, margina o niega el desarrollo de algunos de sus participantes se expone al fracaso y a la violencia, más aún si privilegia sólo a algunos. Pero una cosa es entender los orígenes de la violencia y otra muy distinta es la concesión o la impunidad a esta conducta.
Cuando en el manejo de la ira no hay control interno (madurez), el control externo (la denuncia, la procuración de justicia y el estado de derecho) permite la convivencia pacífica. Pero entre las soluciones propuestas por el estado, ahora pretenden enseñar a manejar los conflictos como si el problema de violencia social pudiera resolverse dialogando.
Para dialogar es imprescindible respeto a los derechos de las partes, la equidad. Y en nuestro entorno prevalecen las relaciones de poder en las que sólo existen las voces de los poderosos. Los débiles nunca han sido escuchados. Con quién entonces dialogar para encontrar soluciones…
Será entre los vulnerados para hacer cumplir sus derechos, entre los desamparados para unir fuerzas. O creerán que el manejo de conflictos surgirá de sus declaraciones. ¿A eso le llaman diálogo? ¿Serán esas con las que esperan se diluya la violencia? ¿Con sus grandiosas estrategias, con el ejército en las calles, con limosnas a los viejos, con un bono a cien años?
Los factores de riesgo y detonadores de la violencia social se han señalado hasta el cansancio. ¿Quieren seguirlos estudiando y discutiendo más tiempo? Los grandes problemas en México se derivan de la corrupción, la impunidad y la ineficacia de las instituciones de gobierno en cada rubro que se investigue. Nada nuevo.
La violencia es la forma desesperada de romper el doloroso y añejo desequilibrio entre los gobernantes y sus gobernados, entre los privilegiados y los olvidados, los hombres y las mujeres.
La novedad y la esperanza es el hartazgo de la gente, el destierro como huida, la organización de civiles para empujar la política, la efervescencia de los jóvenes que no se resignan a rendirse ante la delincuencia, las redes sociales cibernéticas, los observatorios ciudadanos, los movimientos feministas, la multiplicación de voluntades para actuar en la reconstrucción de México.
En psicología se dice que en las familias sanas, todos ganan, en la enfermas unos pierden para que otros ganen; en las desquiciadas, todos pierden. Lo mismo pasa en las comunidades, las empresas, las naciones o en el planeta.
El problema, el verdadero conflicto, lo representan los intereses de la clase política en el poder y sus cómplices que faltan a su responsabilidad y al compromiso social. El futuro de la violencia depende del compás de espera que se fijen para cumplir las metas pendientes. Parece que todavía no se dan cuenta. Estamos en un punto sin retorno, evolucionamos o seguimos muriendo.
Este artículo se publicó en el periódico El Norte en el año 2010, seguimos muriendo…