Pocas cosas tan buenas han pasado en México como el nacimiento de la sociedad civil como colectivo de entes autónomos que deciden y actúan.
Después del parto, tardamos en nacer psicológicamente. Solemos hacerlo hacia los años que adolecemos de madurez. La separación emocional y mental se produce a veces tardíamente, cuando empezamos a percibirnos distintos a nuestros padres, cuando nos atrevemos a pensar por nosotros mismos y a tomar responsabilidades sobre nuestra libertad tomando decisiones por cuenta propia.
El proceso lleva tiempo, años, y no siempre se logra del todo.
De los padres nacemos pero hemos de separarnos no sólo físicamente; a la herencia hemos de añadirle experiencias propias, muchos aprendizajes hasta liberarnos de la mentada biología para llegar a ser.
En el proceso de la individuación podemos llevarnos la existencia entera. Muchos se quedan en el camino, llenos de egolatría. ¡Ésta (e) soy yo!, presumen, aferrándose a sus modos, sólo por y para sus propósitos.
Luego sigue un tercer estadio, un tercer nacimiento: el social.
Cuando nos damos cuenta que no nos bastamos a nosotros mismos, que sentimos un vacío; cuando descubrimos a otros que nos interesan o duelen; cuando hacemos las causas de los demás las causas nuestras – aun cuando no sean las mismas, entonces naceríamos socialmente.
Esto está ocurriendo en México. Muchos nacimientos sociales están sucediendo como fenómeno de solidaridad, de coraje compartido, de supervivencia comunitaria.
Los dolores de parto de un pueblo sometido por la corrupción y la violencia ha dado señales del alumbramiento. Las calles y plazas de México repletas de personas son estampas de esa hermandad colectiva.
La proliferación de Organizaciones no Gubernamentales es otra expresión de nacimientos sociales de grupos autónomos e independientes que se separan, que se revelan ( así, con v ) ante la autoridad; organizaciones de personas maduras que se agrupan para solventar problemas por su cuenta y riesgo.
Hemos ido de la dependencia de la niñez al individualismo adolescente, al tránsito lento a la madurez.
Por siglos permanecimos como niños dependientes de las instituciones que nos cobijaron a cambio de obediencia y docilidad. El trueque duró mientras se mantuvieron beneficios. Afortunadamente, no fueron lo suficientemente buenas las autoridades aunque el paternalismo del gobierno así se empeña de convencernos hasta que tocamos fondo.
Lo que se mama no es suficiente para sobrevivir.
Como los padres, los gobiernos tienen una capacidad limitada, el pueblo necesita independizarse y organizarse para encontrar satisfacción a sus necesidades.
Este alumbramiento no surge intencionalmente. Es consecuencia de una gestación accidental como la de los embarazos no deseados. Este alumbramiento social es doloroso, producto de violaciones masivas. Estamos ante un parto múltiple de nacimientos de identidades sociales que hoy gritan para expandir sus pulmones, en franca conciencia de estar existiendo.
Una sociedad civil que se fortalece para empezar a actuar por sí misma, interdependiente y solidaria; una sociedad que incluye a los que han sido marginados y redime a los que han sido explotados; una sociedad adulta que siente el dolor de cada uno como propio.
El proceso no tiene punto de retorno; conformamos ya una sociedad de adultos madurando para trabajar en el mismo proyecto.
La sociedad civil mexicana por fin se da cuenta que el bien común es el propio. Un México social late, está vivo.